domingo, 10 de abril de 2011

Letras ebrias, Desinhibición 1



   Tantos días buscando la libertad y la libertad me dice que me ate a ti. Que me olvide del Oriente, que me deje de viajes galácticos y viva mi más maltratado asfalto. El manido, el gastado, el aborrecido. El que quiere verme llorar de nuevo pero esta vez de felicidad. De alegría, de emoción por sentir que alguien quiere atarse a mí, quiere dejar de ser un poquito libre y gastar parte de sus años en mis intenciones. Y qué hay más grande que no madrugar por amor, que despegar las sabanas del pecho de ella, que llevarle el desayuno a la cama, que es tu cama y su lecho. Que descansa, que es la esclava de tu almohada. Tu almohada, el receptáculo de sus sueños, tu confidente más íntimo, hoy se desborda y se impregna de la saliva en forma de pequeños hilitos que ella ha dejado escapar casi sin querer al dormir de lado. Átame, róbame mi libertad y haz con ella lo que te venga en gana. No me preguntes, pues sólo pierdo el tiempo cuando no miro tus ojos. Sólo me ansío cuando no te veo sonreír. Átate, frústrate por no pasar conmigo el resto del infinito, llora por no ser inmortal y no poder arrancarme el alma ahora y usarla de peluche.

   Tantos días buscando la libertad, y la libertad está en ser para ti, es ser como quieras que sea, desde el meloso sacerdote de caricias entre cabellos al ridículo desequilibrado de fantasías sucias. Compréndeme, comparte conmigo cada suspiro, cada herida, cada pulmón para alcanzar al final la respiración al unísono, para alcanzar al final el idioma bilingüe, de tu lengua y de mi lengua, de tu boca y de mi boca, de tus manos y de mi cielo. No dejes de ser esclava de aquello que anhelaste, que quizás algún día te quito las esposas al notar que no te aprietan, que no te angustian, que no despiertan al monstruo carnívoro que una vez me devoró. Acaríciame desde tu celda de terciopelo, tírame piedras desde tu cárcel mental, completa el recorrido, libre, esclavo, libre, esclavo, libre, esclavo. No importa el orden, no importa el porqué, sólo tú, las bocas abiertas, respirando el dióxido de carbono expulsado por el otro un instante antes. Bocharos de olores de sexo, sedientos de golpes de cintura, visionarios de placeres subjetivos, científicos de la forma a conocer de cada ángulo.

   El lugar dónde termina el amor y empieza la obsesión, a veces es tan leve, que es mejor dejar de buscar las fronteras para, simplemente, disfrutar de tener un pie en cada reino.


Fotografía: Chema Madoz

E.F.C.Q.T.A.S.V.