miércoles, 28 de septiembre de 2011

CREDO DEL INCRÉDULO


Permíteme que dude.

Permíteme que dude de la cera de tus cirios, porque quema como todas.

Permíteme que dude de tus sotanas inmaculadas, de tu cepillo semanal, de tus sagrados sacramentos.

Permíteme que dude de aquellos que dicen hablar por ti, de tu educación paritaria, de tu superioridad espiritual. Porque antes de Noé estuvo el Poema de Gilgamesh y antes de Caín y Abel el Mito de Osiris.

Permíteme que dude de tu cáliz de oro, imagen y semejanza del que hubo de madera. De tus Sagradas Escrituras que por la boca se perdieron y escritas quisieron hallarse.

Permíteme que dude de tu vino y tus peces, de tu losa destapada, de tu discípulo incrédulo.

Permíteme que dude sobre el muro de mis lamentaciones de cada cruzada, de cada auto de fe. Vuestros caballeros vengándose de sus leones. Sus aleyas de saetas sobre tus cruces de Santiago.

Permíteme que dude de Gabriel, ante su profeta y ante tu inmaculada. Y es que todo no es vanidad de vanidades y esto dura más que un pestañeo.

Permíteme que dude de las moscas de Nigeria. Dicen que la mierda las atrae, pero yo no veo ninguna en tu ciudad-estado.

Permíteme que dude de las riñas de tus hijos y busca, por favor, un medio ortodoxo de ponerle fin.

Permíteme que dude de tus caricias desinteresadas, de tus santos inocentes, de tu séptimo día descansando.

Permíteme que dude de tus primeros hijos, pues algo más debieron tomarse para que les hablara la serpiente…

Pero, sobre todo permíteme dudar de mí, porque cuando llegue el momento, creeré en ti, por miedo a lo que haya más allá.


E.F.C.Q.T.A.S.V.