domingo, 29 de mayo de 2011

SU REFUGIO


Ve bombas matando miles de personas, ve terremotos furiosos acabando con todo lo construido, ve enfermedades imparables, plagas, asesinatos. Ve muertes que se convierten en estadística. Ve fotografías de antiguas generaciones, ve ecografías de nuevos que llegan. Ve esperanza en las revoluciones populares, odio en el racismo, pena en las miradas, hambre en las aldeas. Ve violencia de género, ve accidentes de tráfico y desastres nucleares. Antiguas guerras legendarias y no tan legendarias. Dinastías barridas de la tierra, familias desoladas, campos inertes. Ve adolescentes que se creen reyes y reyes que todavía son adolescentes.

Cuál es su cometido, cuál es su papel en este continuo devenir imparable, donde las nuevas maravillas se nutren del polvo de las maravillas anteriores, donde mantener la esperanza parece una misión suicida. Quiere huir, quiere alejarse de todo lo que le rodea, encontrar un refugio, un último refugio donde permanecer y no importa si allí no descubre cuál es su cometido. Llegar la noche, sonreír, soñar, dormir en paz, amar lo que le rodea. Quisiera llevarse a todos los que ama, quisiera amar a todos lo que deja, pero sabe que eso no es posible, sabe que las estadísticas deben seguir engrosándose. Buscar, buscar, buscar. Busca disfrutar de cada sonido de la mañana, sentirlo propio, extrañarlo si se enmudece. Quiere saber qué quiere su espíritu. No existe tierra sin sangre, pero tampoco existe un corazón que no haya amado alguna vez. Quizás aquello que amó se alejaba de lo honesto, quizás sus anhelos eran inmorales, pero bien sabe su Dios que anhelos fueron.

Tiene miedo de tanto sentimiento, “los hombres que piensan, muchas veces son infelices”. Porque no se cree capaz de aguantar por más tiempo esta dualidad, este binomio eterno entre la paz y la guerra, la vida y la muerte, la creación y la destrucción, la libertad y la esclavitud. Se siente abrumado por el mar de posibilidades que le asaltan y tras pensar, un minuto, mirando las ramas del almendro mecerse por el viento, se da cuenta de lo que busca. Su refugio.

A cada paso que da, el aire se vuelve más limpio, más puro. El rocío de la hierba empapa sus piernas. Son muchos los que deja atrás. Entre esos muchos, unos pocos estarán en su corazón, demostrándole que siempre puede encontrarse una flor que resiste al caos, siempre resurge el llanto de un bebe recién nacido de entre los huracanes, entre los oleajes, entre los tiroteos. Ya no importa si las estadísticas auguran un futuro imperfecto, ya no importa si alguien lo echará de menos, ya no importa si se precipitó o resistió tanto como pudo. Lo único importante es que lejos, o quizás no tanto, le espera su refugio, su hogar, su paz, su libertad. 

Que lloren por él, que lo recuerden en sus fotografías, que discutan si obró mal y si fue un cobarde. Que amontonen en un cajón los recortes de periódico en cuyo título se leía su nombre, que hagan homenajes en los aniversarios de su partida, que lo odien por huir o que lo amen por arriesgarse. Cada uno guardará en sí su recuerdo, pero incluso éste, pasará. Y cuando todos se marchiten y las próximas generaciones se sacudan el polvo de su calzado en los nuevos umbrales, lo importante será tan distinto a lo que una vez lo fue, que él y sólo él, sabrá si descubrió su refugio o si buscándolo encontró la paz que tanto ansiaba.


E.F.C.Q.T.A.S.V.